ZAPATERA.- (Con las manos en la cabeza) Jesús, Jesús, Jesús y Jesús. (Se sienta. Por la puerta entra el NIÑO, se dirige a la ZAPATERA y le tapa los ojos)
NIÑO.- ¿Quién soy yo?
ZAPATERA.- Mi niño, pastorcillo de Belén.
NIÑO.- Ya estoy aquí. (Se besan)
ZAPATERA.- ¿Vienes por la meriendita?
NIÑO.- Si tú me la quieres dar…
ZAPATERA.- Hoy tengo una onza de chocolate.
NIÑO.- ¿Sí? A mí me gusta mucho estar en tu casa.
ZAPATERA.- (Dándole la onza) ¿Por qué eres tan interesadillo?
NIÑO.- ¿Interesadillo? ¿Ves este cardenal que tengo en la rodilla?
ZAPATERA.- ¿A ver? (Se sienta en una silla baja y toma al NIÑO en brazos)
NIÑO.- Pues me lo ha hecho el Cunillo porque estaba cantando… las coplas que te han sacado y yo le pegué en la cara, y entonces él me tiró una piedra que, ¡plaff!, mira.
ZAPATERA.- ¿Te duele mucho?
NIÑO.- Ahora no, pero he llorado.
ZAPATERA.- No hagas caso ninguno de lo que dicen.
NIÑO.- Es que eran cosas muy indecentes. Cosas indecentes que yo sé decir, ¿sabes?, pero que no quiero decir.
ZAPATERA.- (Riéndose) Porque si lo dices cojo un pimiento picante y te pongo la lengua como un ascua. (Ríen)
NIÑO.- Pero ¿por qué te echarán a tu la culpa de que tu marido se haya marchado?
LA ZAPATERA PRODIGIOSA, Federico García Lorca
miércoles, 6 de mayo de 2009
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